3 pasos para gestionar tus emociones
Inteligencia Emocional ¿cómo se gestionan nuestras emociones?
TweetCuando hablamos en nuestras formaciones de Inteligencia Emocional y preguntamos a los asistentes qué entienden por ese término suelen surgir diferentes definiciones como “control”, “expresión”, “identificación” o incluso “represión” de las emociones.
En Diamond Building apostamos por el término “gestión” emocional para explicar nuestra manera de entender y enseñar la Inteligencia Emocional, algo que vas a entender con un ejemplo muy sencillo. A lo largo del siguiente artículo hablaremos sobre el significado de la Inteligencia Emocional, cuáles son las emociones básicas, y como aprender a gestionarñas
¿Qué es la Inteligencia Emocional?
Según Mayer, es “una habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás, promoviendo un crecimiento emocional e intelectual. De esta manera se puede usar esta información para guiar nuestra forma de pensar y nuestro comportamiento”. El término se popularizó con el gran libro de Daniel Goleman, Inteligencia emocional y se extendió en periódicos, revistas y cursos de formación para empresas.
Para comprender el gran poder de las emociones sobre la mente pensante —y la causa del frecuente conflicto existente entre los sentimientos y la razón— debemos considerar la forma en que ha evolucionado el cerebro.
Las emociones básicas
Hay cinco emociones básicas, según Daniel Goleman, que son el enfado, la tristeza, el miedo, la alegría y el asco.
- Miedo: el objetivo es la protección y el cuidado.
- Afecto: el objetivo es la vinculación.
- Tristeza: el objetivo es el retiro. Cuando sentimos tristeza nuestro organismo nos está diciendo “retírate de ahí y vuelve a estar contigo”.
- Enojo: el objetivo es la defensa.
- Alegría: su objetivo es la vivificación. Viene a ser la batería de nuestra existencia.
Es cierto que algunas de las emociones, podemos describirlas como desagradables y no nos suele gustar experimentarlas, pero ¿acaso podemos elegir?. Puede que no nos guste estar tristes, o enfadados, o tener miedo, o sentir asco, pero vamos a pasar por momentos en los que esa sea nuestra emoción predominante. Negarlo es absurdo y además, inútil. Es entonces cuando llega el momento de gestionar esa emoción.
Puede que no nos guste estar tristes, enfadados, o tener miedo. Negarlo es absurdo y además, inútil. Tuitea esto
La emoción, desde el plano semántico, significa “movimiento hacia”, y basta con observar a los animales o a los niños pequeños para encontrar la forma en que las emociones los dirigen hacia una acción determinada, que puede ser huir, chillar o recogerse sobre sí mismos.
Gestiona tus emociones
El primer paso es asumirla, entender que esa es la suma de respuesta fisiológicas y neuroquímicas que nuestro organismo ha generado a partir de un estímulo concreto.
El segundo paso es darnos el permiso de experimentarla, porque no hay emociones buenas o malas. Es cierto que hay algunas emociones más agradables que otras, pero tenemos que permitirnos vivirlas sin sentirnos culpables por ellas o generar sentimientos negativos. Es usual escuchar comentarios como “no quiero estar enfadado” o “no me gusta estar triste”, pero entender y aceptar que vamos a experimentarlas y darnos el permiso de hacerlo nos quita un gran peso de encima. Cada emoción juega un papel y tiene una misión necesaria en un momento concreto, por eso hay que vivirlas sin represión ni control. Están ahí por algo. Las emociones son las señales que nos manda nuestro cerebro de que hay algo que no funciona (o sí), y por eso es bueno leerlas como síntomas, no cómo el problema en sí mismo.
¿Cuáles son los pasos para gestionar tus emociones y aprender Inteligencia Emocional?. Tuitea esto
Ahora llega el tercer y definitivo paso en esa gestión emocional, porque las emociones no son buenas o malas, sino operativas o no. Es decir, tras permitirnos experimentar esas emociones que pueden ser desagradables llega el momento de preguntarse si nos está sirviendo para algo, si nos está acercando a nuestros objetivos. Una cosa es darnos el permiso para vivirla sin culpabilidad, pero otra es saber si nos merece la pena mantenerla.
Es una mera cuestión de operatividad, y ahí surgen dos grandes preguntas: ¿hasta cuándo? y ¿para qué? Está genial tener la madurez emocional para permitirnos experimentar el enfado, el miedo o la tristeza, pero ahora llega la siguiente cuestión: ¿me sirve de algo sostenerla en el tiempo? ¿me está siendo operativa esta emoción? ¿me está ayudando a conseguir los resultados que quiero? Y al final, tras identificarla, vivirla, expresarla y alargarla durante un periodo más o menos corto de tiempo, surgirá esa pregunta que es ¿entonces, para qué la estoy sosteniendo?
Ese es el secreto de la gestión y por eso incidimos tanto en ese término, porque un adecuado manejo de las emociones nos permitirá tener una perspectiva más amplia y las herramientas y recursos adecuados para que esas compañeras inseparables a lo largo de nuestra vida jueguen a nuestro favor.
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