Ale, el patito surfista (14ª parte)

Ale, el patito surfista (14ª parte)

Los 7 segundos que lo cambiaron todo

           

Los años pasaron implacables por nuestro, ya adulto Alejo. Cada día practicaba más y más el arte de caminar por el agua… de surfear. Todo cuanto soñaba se centraba en poder sostenerse tres segundos sobre esa cresta plateada y espumosa que el agua hacía cuando se acercaba a la arena.

Recordaba cada día las miles de palabras que Abu había grabado en su corazón. Se enfrentaba a cada caída de la tabla a tener que levantarse, diciéndose a si mismo: “Caerse nos sirve para aprender a levantarse”… y volvía a meterse en el agua, a veces tan fría que sus huesos dolían. Sabia que cada caída, si se levantaba y aprendía, le haría mas fuerte y mas inteligente. Podía lamentarse o podría aprender, todo dependía de una decisión.

No cabe duda que pensó cientos de veces en abandonar aquello que en ocasiones parecía una absurdez, sin embargo lo que hacia para contrarrestar este sufrimiento era transportarse en su mente al fututo y mirar cómo hubiera sido su vida si abandonara hoy el sueño… si se rindiera. Es sabia que sólo fracasa el que abandona. Ale llegó a confesar que sentía miedo.. no… pánico, de llegar un día a viejo y encontrarse de cara con la persona que le hubiera gustado ser y simplemente nunca fue porque no se atrevió.

La cueva a la que te da miedo entrar esconde tu mayor tesoro. Tuitea esto

Sabia que el miedo mantiene paralizados a miles de seres… haciéndoles creer que las cosas son imposibles o simplemente que ellos no las merecen. Sabia que tras vencer el miedo se encontraban los mas hermosos sentimientos de grandeza y poder. Sabia que la cueva a la que te da miedo entrar esconde tu mayor tesoro. Sabia que si quería tocar las estrellas, debía atreverse a volar alto. Sabia que tener miedo no es malo, que lo realmente horrible es que sea el miedo quien te tenga a ti.

Piensa siempre de ti con cordura”, eran palabras que salían de su mente con el sonido de la voz de Abuelo… el sabia que eso era lo que Abu le había enseñado que era la humildad: “pensar con sensatez de uno mismo, saber tus limites, lo que no puedes cambiar, asumir lo que si tienes como puntos fuertes y trabajar duro hasta que alcances un mínimo resultado”.

miedo-coaching

Los resultados generan seguridad, así que cada pequeño milisegundo que sentía que había permanecido sobre la tabla de surf, le hacían sentir mas poderoso y mas seguro de si mismo… pero con cordura… con humildad. Esto le hacia no creerse nada acerca de que el mismo resultado lo convirtiera en un experto, ni mucho menos. Había visto a muchos otros fracasar por creerse que sabían. No hay nada peor en esta vida que un empoderado sin recursos y sin humildad.

Sólo se prometía a si mismo aquello que sabia que podía cumplir, de esta manera y siguiendo las instrucciones de Abu, ganaría confianza en si mismo… otra de las claves del éxito, según el abuelo.

Una noche, Ale la pasó solo, con su tabla, su sueño, su capacidad de esfuerzo y la voz interna de Abu… caía y caía al agua en sus intentos de mantener el equilibrio sobre la tabla. No parecía importarle los rasguños y moratones que le provocaban los corales y piedras al rozar su cuerpo arrastrado por la ola que le acababa de tumbar. Se levantaba y volvía a subirse… tenia hambre, pero no la notaba… tenia sueño, pero el sueño se lo quitaba… tenia miedo, pero la acción lo curaba… tenia debilidad, pero la fe le daba fuerzas… tres segundos… sólo quería tres segundos…

Tener miedo no es malo, que lo realmente horrible es que sea el miedo quien te tenga a ti. Tuitea esto

La noche avanzaba y Ale seguía obsesionado. ¿Qué pasaría si lo hiciera? ¿Qué pasaría si no lo lograba?... no quería saber una de las dos respuestas.

Una de las veces que Ale subió a la tabla, pareció no sentir nada de debilidad, sus patitas se llenaron de energía, su mente se esclareció de manera casi milagrosa, su corazón no parecía latir… vio entre la neblina que se comenzaba a formar una imagen extraña… parecía una silueta… una luz… una sombra al mismo tiempo… Ale sintió paz en su corazón… se irguió sobre si mismo y la tabla se deslizó suave sobre una ola… un segundo, dos, tres… Ale pudo contar siete segundos… siete segundos que parecieron una vida entera… toda mi vida resumida a estos siete segundos. Entonces entendió que sólo por esos siete segundos había merecido la pena tanto esfuerzo y disciplina. No eran los siete segundos… era lo que habían significado para el luchar por ese sueño… por fin lo había logrado.

Ale bajó de la tabla, agarró la manita de Abu y se adentraron en el mar despacio, entre risas y abrazos. Ale había cumplido su sueño… había vivido como el lo deseó y partió dejando tras de si una historia, que hasta hoy aun se cuenta en los mares del sur de Argentina… la de un patito que soñó con ser surfista… y lo logró.

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¡Lo quiero!



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